domingo, 3 de mayo de 2015

MUSEO CONVENTO DE LA MERCED


Empezó su construcción al inicio del siglo XVII. En 1.701 solo se pusieron los cimientos del actual templo, ya que el anterior fue destruido por el terremoto de 1.660. La torre se acabó en 1.736, y en 1747 se hizo la dedicación de la iglesia.



Esta es la iglesia que actualmente vemos y que se inspiró en la iglesia de La Compañía de Jesús, pero modificándola en los aspectos arquitectónico indispensables para el uso de la comunidad mercedaria que, por su naturaleza conventual requería entre otros aspectos, de un amplio coro alto.
El Museo se encuentra en el segundo claustro y decorado aparentemente por Manuel Samaniego. Hay también pinturas de Miguel de Santiago, Nicolás GorIbar, Bernardo Rodríguez y Manuel Samaniego, así como muchas joyas curiosas.

La Merced guarda cuidadosamente muchas obras de arte originales de pintores y escultores que sobresalieron, así tenemos:

  • El Apóstol San Pablo, Nicolás Xavier Goribar.
  • La Penitencia de San Pedro Nolasco, Miguel de Santiago.
  • La Muerte de San Xavier, Fernando Rivera
  • La Vida de San Pedro Nolasco, Francisco Albán.
  • Los Fundadores de las Órdenes Religiosas, Bernardo Rodríguez.
  • La Glorificación de María en el Cielo, Manuel de Samaniego.
  • Nuestra Señora de la Merced y su devoto, Casimiro Cortez.
  • La Peregrina de Quito, Rafael Salas.
  • La Divina Pastora, Luis Cadena.
  • Las Catorce Estaciones del Vía Crucis, Joaquín Pinto.
  • La Virgen y el Niño, Juan Manosalvas.
  • Los Siete Dolores, Víctor Mideros. 






En el interior de la Basílica de la Merced destaca la belleza de sus retablos, así como su claustro majestuoso de dos columnas. A la hora de diseñar los planos de la Basílica de la Merced de Quito, el arquitecto quiteño José Jaime Ortiz planteó, a grandes líneas, una réplica de la iglesia de la Compañía. No obstante, un análisis minucioso revela que no toda su construcción obedece al citado modelo.

Como en otras grandes construcciones quiteñas, el atrio y otras formas introducidas en el edificio general se hicieron para salvar los accidentes topográficos típicos de la zona. Por ejemplo, la fachada está escondida debido a la estrechez de la calle que pasa al frente.


Según han resaltado diversos especialistas, en el decorado interior de la Merced aparece una novedad arquitectónica que habría de llevar mayor realce a otras iglesias: la columna salomónica.
Varios artistas y artesanos de elevado nivel estilístico intervinieron en los trabajos interiores del templo. Entre ellos figuran el escultor Uriaco, el famosísimo Bernardo de Legarda, los plateros Javier de Albuja y Vicente Solís, y un tallador, el maestro Gregorio.
En el retablo central, brillante por la hojilla de oro que cubre su talla, resalta la Virgen de la Merced de Quito, vestida de colores claros, ornada de joyas y con unos rasgos de gran perfección que delatan la típica creatividad quiteña, influida por las reminiscencias del modelo español.
Bernardo de Legarda. Sorprende el aspecto exterior, por las altas paredes y la esbelta torre pintados de blanco, así como el tambor que sostiene la media naranja. Sobre las cúpulas y los cupulines resplandecen las baldosas vidriadas, de color verde».
En el claustro de la Merced en Quito hay bellísimos retablos que no solo adornan un espacio por lo general austero, sino que le dan a éste un realce especial.
En su elaboración intervinieron reconocidos artistas coloniales. Entre ellos figuran escultores como fray Juan de Aguirre y el indígena Gabriel Guillachamín, y el dorador Antonio Gualoto.
Si bien todos los patios de los claustros quiteños tienen fuentes muy bonitas en su centro, la del patio del claustro de la Merced tiene aspectos distintos e interesantes que requieren particular atención.
De tres cuerpos, la pila tiene forma de concha, lo cual hace resaltar el Neptuno que aparece más arriba y a través del cual salen los chorrillos de agua. Una graciosa figura geométrica remata el diseño de la fuente.
En la galería baja del claustro había veinte lienzos de los que tan solo quedan seis. En la galería superior hay 24 pinturas, atribuidas al hermano Hernando de la Cruz, que ilustran la vida y milagros de San Francisco Javier.

Las historias de la iglesia y el convento de la Merced relatan que los jesuitas, en el momento de su expulsión, entregaron estas pinturas a los padres mercedarios como pago de una deuda.



No está abierto al publico.

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